Esta es una costa que cautiva. Si el mar lo permite, podemos descubrir dos cuevas dignas de llamarse catedrales, acompañadas por varios arcos que hacen de esta una inmersión muy entretenida y llamativa en menos de 10 metros de profundidad.

La más pequeña de las catedrales está adornada con columnas hexagonales que más parecen talladas por el ser humano que del enfriamiento natural de la lava. Los tragaluces del techo generan juegos de rayos y corrientes de agua sorprendentes. La cueva más grande permite entrar por una gran apertura y salir por una grieta atravesando las inmensas rocas que nos recuerdan que el tiempo y el mar pueden con la piedra más dura. Las paredes, con sus curiosas formas cubiertas de colores por esponjas y pequeñas anémonas hacen de ambas cuevas monumentos dignos de visitar.

Desde el paseo del litoral de los Cancajos se accede a la orilla bajando por una escarpada ladera por lo que hay que extremar las precauciones. El recorrido discurre entre los pasillos de las lenguas de lava atravesando varios arcos y las dos catedrales.