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Camino del Roque Nublo

Camino del Roque Nublo

Camino del Roque Nublo

5,67 km
Fácil
Ja
1734,00 m
1470,00 m
475,00 m
475,00 m

La propuesta de esta ruta de senderismo es sencilla: Circunvalar el Roque Nublo y su Tablón. El itinerario arranca en el aparcamiento del Roque Nublo, en un punto intermedio del tramo de la carretera Llanos de la Pez-Ayacata.

Todo el recorrido se realiza sobre sendero. Apenas recorridos unos metros, podemos ver a la izquierda y abajo, Ayacata (originalmente Hoya Cata), un pequeño grupo de casas justo debajo del Nublo y por un dosel de copas de almendros que todos los meses de enero y febrero, blanquean las laderas circundantes.

También a la izquierda, pero sólo ligeramente, podemos ver con claridad el Roque del Fraile, que lo parece, aunque en la cartografía oficial antigua se le llamaba Roque de San José. Para las gentes de Ayacata, que siempre han tenido otra perspectiva del monolito, sólo era el Roque del Piquillo.

A medida que se asciende, empieza a verse el lado contrario del paisaje, el de la vertiente norte que da al Barranco de Tejeda. Debajo, la Culata de Tejeda, atrás también a la derecha, los Llanos de la Pez.

En un punto determinado del camino que asciende, nos encontramos con un poste que nos marca, por un lado, la subida al Nublo, y, por otro, la continuación del camino en dirección a La Culata. Luego subiremos, ahora toca darle la vuelta al Nublo.

El camino es una corta sucesión de pequeños repechos y bajadas que siguen la caída de los pequeños barranquillos que descienden de la parte alta del Roque Nublo. Unas laderas tapizadas de pinos canarios de repoblación y de retamas, en su inmensa mayoría.

Llegados a un punto, nos tropezamos con un poste marcador, que señala el desvío y descenso a La Culata. Nosotros seguiremos el sendero de frente.

También en un punto concreto, aunque, en este caso, no señalado, el camino se desvía por la derecha sobre un llano, si lo seguimos hasta el extremo del risco podremos observar una paisaje sobrecogedor. Estaremos en las alturas del Morro de la Fogalera.

El Morro de la Fogalera debe su nombre a las hogueras (fogaleras) que hacían arder los trabajadores del monte en el pasado para advertir a los arrieros de Tejeda que debían marchar a su encuentro arriba en el pinar para recoger la carga de pinocha o pez que se había preparado para cargarla y llevarla a su destino para venderlas.

Volviendo hacia atrás y de nuevo al camino, sólo queda continuar el sendero hasta el siguiente cruce, que nos hará volver de nuevo al principio del camino por los altos de la Cañada del Nublo y a la base del Roque.

Aún antes, tendremos tiempo de observar los paisajes del oeste, en dirección a Artenara y La Aldea, los que se abren a los pies en las laderas de Timagada, El Carrizal y El Chorrillo y el Roque Bentaiga. En días, claros, la vista de la isla de Tenerife y su Teide está asegurada.

Llegados arriba, al cruce, sólo hay que girar a la izquierda para ascender al Tablón del Roque Nublo. Un paisaje que parece lunar, árido, monocromo y extrañamente llano.

Se trata de los restos de uno de los focos de emisión de las lavas del segundo ciclo eruptivo de Gran Canaria, los del llamado Ciclo Roque Nublo. Erupciones ocurridas ininterrumpidamente entre los 4,8 y los 3,4 millones de años.

Materiales formados por un tipo de aglomerado de consistencia pastosa que se ve a simple vista en cada piedra que no es más que una amalgama de materiales ígneos de pequeño tamaño. Estas erupciones volcánicas del Ciclo Roque Nublo cubrieron el 70% de la superficie de la isla de Gran Canaria y aún se pueden encontrar cubriendo sus localizaciones originales en muchas zonas de su geografía.

El Roque Nublo es un trozo desgajado de esa actividad volcánica, muy visible por su posición y singular. Tiene 68 metros de altura sobre su base, que equivale a un edificio de 22 plantas. Al Roque Nublo, lo acompaña también arriba el llamado Roque de la Rana, por su forma, que alberga en su parte inferior una cavidad que, en tiempos recientes, contuvo una imagen de la virgen, la llamada Virgen del Roque Nublo.

Fue escalado por primera vez en 1932 por un grupo de técnicos alemanes aficionados al alpinismo que trabajaban en el Puerto de la Luz. El primer canario que hizo cumbre fue Juan Suárez en 1950. Para los grancanarios es mucho más que un símbolo de su paisaje.

El resto del camino es sólo un sencillo retorno al lugar de partida.